domingo, 24 de septiembre de 2006

Si estuviese escrito en la palma de tu mano

Por un carril nuboso, desfilando hacia el interior de algo no conocido, caminando despacio y con cuidado al pisar, poniendo los pies de lado y agudizando la vista para entrever lo que hay delante, prospectamos. No basta con que el paso sea seguro si no sabes que pisas con certeza. Cada paso adelante siembra una duda sobre el anterior. ¿Debí o no debí?¿quizás si...? Pero eso es normal.

Sin embargo, a veces llegas a un punto en el que paras, a pesar de que avanzas despacio, tienes que parar y repasar. Mirando hacia delante no distingues el final, no sabes donde vas a llegar, solo puedes intuir que tu camino, que el sitio por donde pisas, es de mayor o menor confianza. Pero lo peor es que si miras hacia atrás tampoco sabes de donde venías, si tuvieses que volver tampoco sabes por donde lo harías. Parece que hace poco que partí de no se donde, hace un momento que estando tranquilo me levanté y exploré. Pero hace tiempo ya, he avanzado y no se donde estoy.

Así que en este hueco de tiempo, en el que paro pero la niebla sigue pasando, moja y te desorienta algo más, reflexiono para buscar una solución a esto.

Caigo en la cuenta de que no hay camino hacia atrás. Puedes avanzar, variando tu dirección o no, variando tu velocidad o no, a costa de tu seguridad o no, y ahora buscas un equilibrio del todo imposible. Juegas demasiado para equivocarte, ya hace tiempo que estas solo en un camino que parecia tan fácil.

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